Realmente Galileo no tiene nada que ver con esta historia; pero ya que voy a hacerme famoso por ser la primera persona en demostrar la resurrección (no cristiana), quiero dejar los detalles más o menos claros, para que en el futuro no le cuenten a los escolares que la idea me surgió de un manzanazo en la cabeza o me vino mientras trabajaba en una oficina de patentes.
Para la demostración me voy a basar en principios matemáticos que se dan por válidos a día de hoy, de hecho, son muy básicos; así que no te preocupes, que no sólo lo vas a entender, si no que además te voy a convencer de que la resurrección existe.
Antes de continuar te voy a invitar a que le eches un vistazo a esta entrada si no conoces el teorema del mono infinito (o infinitos monos). De verdad necesito que le eches un vistazo si no conoces el teorema, porque explicarlo alargaría demasiado esta entrada y no quiero que te pierdas la explicación principal.
Bien, ahora que doy por hecho de que sabes de qué va el teorema del mono infinito, vamos a hacer una serie de correspondencias.
Tenemos un mono con una máquina de escribir que pulsa teclas al azar, sin pensar, durante un tiempo infinito y sabemos, que entre todas las combinaciones de mierdas que escribirá el mono, en algún momento de la eternidad, saldrá una obra de Shakespeare.
¿Cuántos años tendríamos que esperar para ello? No intentes calcularlo (ya lo haré yo en otra entrada). Puede que el Universo se destruya y renazca de las sombras trillones de veces hasta que eso ocurra. Pero recuerda, infinito siempre es más, así que no lo dudes, en algún momento, el mono escribirá una obra de Shakespeare.
Pues bien, ahora en lugar de letras al azar lanzadas por un mono, imagina quarks y leptones nacidos en los albores del Big Bang; créando los primeros átomos de hidrógeno, que se juntan para crear las primeras nebulosas, cunas de estrellas donde se forjan los átomos necesarios para nuestra vida como el carbono.
Nuestro Big Bang es nuestro mono, nuestras letras son los átomos y nuestras obras de Shakespeare somos nosostros. Si aceptamos que no somos más que un conjunto de partículas predispuestas de una forma muy concreta que da forma no sólo a nuestro cuerpo, si no también a nuestros pensamientos y consciencia; es fácil de entender, que en una eternidad de tiempo, en algún momento, en algún rincón del espacio y del tiempo, otra copia exacta a lo que somos nosotros, se formará.
¿Tendrá esa copia consciencia de su copia anterior? Pues evidentemente no y es comprensible. Posiblemente ya seamos una copia de otro "yo" y la realidad es que ninguno de nosotros puede afirmar que recuerde una vida pasada y si alguno lo hace, le tacharemos de chalado.
Para terminar, como podéis comprender, todo esto no es más que un razonamiento exagerado que no es científico ni serio. ¿Menuda decepción y mamarrachada, verdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario